“Las
palabras se las lleva el viento”
Hubo un
tiempo en el que no fue así, una época en la que la palabra hablada tenía peso
¿Cuándo cambió todo esto? ¿Qué hizo que necesitáramos escribirla para darle
valor, o más bien, para ser recordada?
La
palabra hablada ha perdido peso, la estrujamos, la retorcemos, mutilamos y
hasta la “violamos” para conseguir que diga o exprese algo para lo que no fue
creada. Que no le demos el valor que merecen no hace que su peso desaparezca;
no por comportarme de manera injusta hago desaparecer la justicia.
Jesús de
Nazaret dijo a sus discípulos:
—
Cuando ustedes digan "sí”, que sea realmente sí; y cuando digan
"no" que sea no. Curioso que hace más de dos mil años Jesús pronunciase
estas palabras.
Hablamos
sin pensar, diciendo, prometiendo y hasta jurando sin la intención de cumplir.
¿Dónde queda el peso de la palabra?
Con
nuestras palabras mostramos amor, cariño, compromiso, valentía pero también mentimos
y defraudamos.
Cuidemos
lo que decimos, cuidemos nuestras palabras, démosle el valor que merece, que
puedan decir de nosotros que somos personas de palabra.
El reto
es grande, ya lo dijo el apóstol Santiago al hablar de la lengua “¡Pues qué gran
bosque se incendia con tan pequeño fuego!”
¿Estamos preparados?
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