jueves, 31 de diciembre de 2015

La fiera que duerme.



Duerme dentro de mí, encerrado en la celda de la voluntad. Cadenas visten sus muñecas y su boca es abrazada por un bozal de cuero. Cada día compruebo las cadenas, los barrotes de la celda y el cuero del bozal, no quiero que salga, no puede escapar, pero…lo hace.
La ira, el orgullo y la soberbia lo alimentan y crece, se hace cada vez más fuerte y rompe las cadenas, destroza el bozal y retuerce los barrotes de la voluntad, la fiera sale de mí. Como una bola de cañón de acero, emprende un vergonzoso camino de destrucción que a su paso solo deja heridos. 
Una bola de acero que a medida que avanza va cambiando su forma para tomar la de un boomerang que tarde o temprano me alcanzará, y cuando lo haga, sentiré la vergüenza del impaciente, del que no es capaz de controlarse. Y me arrepentiré de todas y cada una de las palabras y acciones que realicé.
Cada día tengo más claro que no puedo sujetarla solo, que si no es bajo la voluntad de Dios mis barrotes volverán a ser retorcidos, que desde la humildad debo contemplar y reconocer mi impotencia. Qué sabia es la biblia cuando afirma “Delante de las canas te pondrás en pie; honrarás al anciano…” el tiempo apacigua a la fiera, las heridas generan experiencia, y es cuando el consejo del anciano se vuelve determinante.
¿Cuándo fue la última vez que dejaste salir a la fiera? ¿Estás cansado de recoger pedazos de tu vida?

Jesús es la respuesta “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar…”

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