Y se le olvidó respirar, absorto por la cotidianidad se dejó
llevar a ningún lugar y desde allí no supo regresar. Lo había perdido todo, se
le olvidó respirar. No recordaba cómo se hacía, no recordaba la sensación de
llenar los pulmones, de sentir como el cerebro se oxigena buscando ideas
nuevas, sueños nuevos; se le olvidó respirar.
Anda ahogado, nadando en el mar de la vida sin rumbo y con
poco oxigeno. No sabe qué hacer, no sabe cómo volver…
He emprendido un viaje en su búsqueda, quiero recuperar
al niño que yace sin aire en el fondo de mi ser. Ese que me ayudaba a soportar
la realidad, ese que me susurraba al oído que un mundo mejor es posible, ese
que me decía que las personas de buen corazón siguen poblando la tierra, ese que me
recuerda quién soy.
Nunca debí abandonarlo.
El niño que llevamos dentro nunca crecerá, debemos cuidarlo,
protegerlo y alimentarlo. De él depende gran parte de los mecanismos que nos
hacen sonreí
¿Hay alguien que sonría más que un niño?
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